A vueltas con los escraches.

Se nota que este tema molesta profundamente. La capacidad de los políticos para que todo les resbale se pone a prueba en cuanto toman contacto directo con el ciudadano. Por eso me gustaría reflexionar sobre algunos de los comentarios que nuestros «sesudos» políticos y comentaristas políticos han hecho en los últimos días. Quizá si en vez de limitarse a «estudiar» las manifestaciones externas de un problema y las lejanas similitudes entre una cosa y otra, y analizasen las causas de cada fenómeno, de forma crítica y autocrítica, veríamos un atisbo de solución.

1.- Los escraches son como las manifestaciones de los filoetarras (Espe dixit).

Vemos a ver, por partes. Los filoetarras son personas que apoyan a una organización terrorista. Normalmente no amedrentan sólo a los políticos, sino también a las victimas del terrorismo y a toda una sociedad. Sus métodos pasan no sólo por la amenaza velada o el insulto. También se pasa a cartelitos con una diana en la sien del político de turno. Sus acciones se van hacia el que se destaca por HACER ALGO. Los escraches, en cambio, son de ciudadanos cabreados, molestos por la inacción del político, o por su acción oligárquica, favoreciendo a ciertos poderes fácticos antes que al ciudadanos. Sí, molestan. Claro que molestan. Es que esa es la idea. No apoyar a asesinos, ni a criminales, sino a ciudadanos normales y corrientes que por los avatares de la vida se han visto empujados a situaciones límite.

No es la actividad del político lo que les cabrea. No es su pensamiento. Es su falta de actividad, su inacción, su pasividad ante los problemas de los ciudadanos. Es la idea de que sólo se mueven para conseguir el voto y luego hacen lo que les sale de las narices. El escrache es un procedimiento de desahucio del pueblo contra el incumplimiento contractual de los políticos.

2.- Los de los «escraches» son como los nazis. (La caspa Cospe).

Según nuestra querida Cospe, todo movimiento social de protesta que ejerce presión contra los políticos, da igual su motivación, es sinónimo de nazismo. Sin duda la Historia le hace un flaco favor a su argumentación. ¿Era nazi el movimiento sufragista? Porque llegaron a exigir sus derechos tirando piedras contra las ventanas de las casas de los políticos anti-sufragistas. ¿Eran nazis los enciclopedistas? ¿Era nazi ese Jesús que tanto aman que cuando vio una situación que LE PARECIO INJUSTA, atacó a los mercaderes del templo? ¿Lo eran los que exigieron los derechos civiles de los negros? Sufragistas y pro-derechos civiles vivían en democracias formales. Un poco como la nuestra. El gatopardismo de nuestra sociedad y de nuestra democracia no nos debe impedir ver que, en realidad, ninguna de las características de una democracia real se cumple en nuestra sociedad. Ni división de poderes, ni transparencia, ni cumplimiento del programa electoral. Ni democracia interna en los partidos políticos, que incumplen reiteradamente el espíritu y la norma de la legislación española que rige el asociacionismo.

Los nazis pretendían acallar todo fenómeno de oposición. Desde el poder, no desde la calle. Cierto que en ocasiones usaron sistemas de amedrentamiento para llegar a ese poder, pero no es ese el objetivo de los grupos de presión de los escraches.  O al menos, no debería serlo.

La desobediencia civil tiene muchas facetas, muchas caras. Por un lado, tenemos los casos típicos de resistencia pasiva contra leyes injustas. Pero eso se ha demostrado inútil en España. A nuestros políticos les importa un bledo que algunos desobedezcan, mientras la mayoría pase por el aro. Tal vez llegó el momento de hacerlos pasar por el aro a ellos. Pero no un aro cualquiera. Simplemente el de cumplir sus programas, el de la democracia interna y la transparencia en su funcionamiento. Sólo con eso, ya hay un trabajo ingente.

En resumen. Flaco favor se hacen con esas comparaciones que buscan cabrear y soliviantar a los cercanos para atacar al resto de la sociedad. Hace poco, leí una encuesta en la que el setenta y mucho por cien de los votantes del PP estaban a favor de los escraches o, al menos, no estaban en contra. Por no cabrearlos a ellos también, creo que sería conveniente que hicieran un análisis exhaustivo de las causas. Tal vez un poco de autocrítica ayudaría a solucionar este problema.

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