Hay muchas cosas que no entiendo de la política española. Debe ser porque no estoy dentro de ningún partido e intento analizar las cosas desde la perspectiva del interés común, y no de la idiocia partitócrata. El caso es que, sobre todo en época de elecciones se oye cada cosa…
Pongo un ejemplo. En plena vorágine de la cortina de humo independentista, raro es el partido que no intenta apuntarse a un federalismo que algunos consideran la panacea. En realidad no cambiarían mucho las cosas. Raro es el político que cuando es preguntado sobre qué medidas considera él que se deben adoptar para llegar al estado federal, no contesta «reformar el Senado». Porque no hay otra. En todo lo demás somos lo más parecido a un Estado Federal. De hecho, en muchos casos vamos más allá, y, de hecho, la reforma del Senado que muchos propugnan no es tanto una reforma del Senado, como una serie de medidas para que el Senado funcione.
Así que, a falta de ideas novedosas, los partidos han decidido federarse ellos mismos a modo de ejemplo. ¿Cómo? Diciendo cosas distintas en cada sitio. Y así oigo hoy al candidato socialista en Galicia propugnar la desaparición de la Diputaciones… Genial. ¿Y por qué no desaparecen en Andalucía, donde gobiernan desde hace treinta años? ¿Tal vez porque han convertido la diputación de Sevilla en un vertedero cementerio de elefantes? ¿En un lupanar depósito de amistades, vecinos, paisanos del pueblo del Presidente de la Diputación contratados a dedo como laborales en alguna de las decenas de agencias o empresas dependientes de la Diputación?
Todo ello me hace pensar que tal vez luego no desaparezcan. Que sólo sea una forma de llamar la atención durante las elecciones de una cosa que hacen mal los otros para luego seguir haciéndolo mal ellos. Ya se sabe. Cosas de las élites extractivas.
Que cosas tienen nuestros políticos, son tan majos. Me encanta como usan sus propios partidos como campos de experimentación de las tesis que propugnan… ¿No les dará algún día por hacer un experimento con energía nuclear?
